viernes, 1 de febrero de 2013
martes, 24 de noviembre de 2009
ESPIRITUALIDAD MISIONERA EN LA ENCÍCLICA REDEMPTORIS MISSIO
La palabra “espiritualidad” encuentra su sentido más completo cuando se la relaciona a la palabra “espíritu”, que es su misma raíz; espiritualidad viene de espíritu.
Comunión íntima con Cristo, testimonio personal y comunitario, amor a la Iglesia, compromiso al servicio del Reino son realidades de las que se habla mucho en la encíclica Redemptoris Missio y que tienen que ver con la espiritualidad. Tienen que ver con el Espíritu, que es el protagonista de la misión, el inspirador de toda vida cristiana auténtica, de toda vida misionera comprometida.
Sólo el Espíritu puede hacernos a nosotros, como hizo a los Apóstoles “testigos valientes de Cristo y preclaros anunciadores de su palabra; Él nos conducirá por los caminos arduos y nuevos de la misión” (No. 87).
Espiritualidad específica
La espiritualidad misionera exige una espiritualidad específica, particularmente necesaria a los que tienen propiamente la vocación misionera, aunque no solamente a ellos.
El misionero necesita motivaciones profundas para enfrentar la radicalidad del compromiso, las incertidumbres, el frecuente rechazo, la falta de frutos apostólicos, etc.
Sólo una profunda espiritualidad le ayudará a mantener viva y eficiente su generosidad y su entrega.
La misma exigencia, sin embargo, la tienen también todos los cristianos que quieren tomar en serio su compromiso misionero.
A este compromiso de todos los bautizados empuja la Redemptoris Missio, ya que la evangelización del mundo no cristiano se hace siempre más urgente.
La nueva época misionera de la que habla el Papa se hará realidad sólo si todos los cristianos (no únicamente los misioneros) responden “con generosas y santidad a las exigencias y desafíos de nuestro tiempo” (No. 92).
“La vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión” (No. 90). “Es necesario suscitar un nuevo anhelo de santidad entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana, particularmente entre aquellos que son los colaboradores más íntimos de los misioneros” (No. 90).
La Iglesia no necesita sólo un mayor número de misioneros, sino también de misioneros que vivan una espiritualidad muy profunda: valientes y fervorosos en el compromiso, enamorados de Cristo y su Evangelio hasta querer darlos a conocer a todo el mundo.
La Redemptoris missio no sólo confirma la necesidad de la espiritualidad en el compromiso misionero, sino que también indica las líneas fundamentales de esta espiritualidad:
• Cristo, fundamento de la misión;
• El Espíritu Santo, protagonista de la misión;
• La Iglesia, depositaria de la misión;
• La Humanidad, sujeto de la misión.
viernes, 1 de agosto de 2008
lunes, 21 de julio de 2008
viernes, 4 de julio de 2008
Ay de mí si no anuncio el Evangelio
Quisiera colocar 2 fragmentos de la Carta Encíclica Redemptoris Missio del Santo Padre Juan Pablo II:
“La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse… Una mirada global a la humanidad demuestra que esta misión se halla todavía en los comienzos y que debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio. Es el Espíritu Santo quien impulsa a anunciar las grandes obras de Dios: «Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe: Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Cor 9, 16)”
“La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!”
ESPIRITUALIDAD DEL MISIONERO
Los misioneros ponen el fundamento de todo su empeño y trabajo apostólicos en cinco grandes amores: Jesucristo, María, la Iglesia, el Papa y los Pastores y las almas. Estos grandes amores, vividos con autenticidad, constituyen las líneas fundamentales de la predicación y del apostolado de los misioneros.
Los misioneros hacen de Jesucristo el centro e ideal de su vida, el modelo en el que tienen que transformarse y la meta de su realización humana y cristiana. Para los misioneros el amor a Cristo consiste fundamentalmente en la amistad con Él, en el cumplimiento de sus mandatos y en la vivencia fiel del Evangelio sin glosa, muy especialmente en todo lo que hace referencia a la caridad fraterna y al mandato misionero «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio» (Mc. 16,15).
Los misioneros aman a la Santísima Virgen con un amor tierno y filial, imitándola en sus virtudes, especialmente en la caridad, la humildad, la pureza y la obediencia, encomendándole el fervor y la perseverancia en su esfuerzo de santificación e invocando su ayuda como Madre. Manifiestan su amor y devoción a María mediante la práctica de algunos actos de piedad, que les ayudan a irse conformando cada día más con sus virtudes. Acuden con confianza a María, encomendándole todos los asuntos y necesidades, y muy especialmente la propagación del mensaje evangélico.
Los misioneros aman con devoción y respeto filial al Papa, prestando con fe, total acatamiento y obediencia amorosa a sus disposiciones y mandatos, como venidos del mismo Jesucristo. Veneran con espíritu de fe a los Obispos que enseñan en comunión con el Romano Pontífice, como a los Sucesores de los Apóstoles.
Los misioneros aman apasionadamente a la Iglesia, continuadora de la misión de Cristo y principio de su Reino en la tierra. Por ello, dedican lo mejor de sí mismos y hacen rendir sus talentos con eficacia, de modo que a través de su apostolado Jesucristo sea conocido y amado por el mayor número posible de almas.
Los misioneros, valorando el amor que Cristo tiene por cada alma, no ahorran ningún esfuerzo ni sacrificio con tal de ganarlas para el Reino, estando dispuestos a dar la vida por la salvación de una sola alma.